miércoles, 19 de febrero de 2014

EMOCIONES Y REPERCUSIONES DE REPRIMIRLAS



Entre las puertas abiertas de la ciencia, está desde finales del s. XX, la emergencia de la neurociencia, que con sus técnicas de imágenes ha permitido esbozar el funcionamiento del cerebro humano. Empezamos a esbozar porque se activan ciertas emociones, que repercusiones químicas tienen y a que circuitos cerebrales afectan.

Las emociones tienen una lógica, pueden catalogarse, comprenderse e incluso gestionarse, es decir podemos aprender a vivir con ellas, las emociones en nuestros cerebros, anidan, crían , cruzan nuestra conciencia y pueden fácilmente si no ponemos orden ocupar todo nuestro espacio, de forma arbitraria. Ignorar o reprimir estas emociones no es posible. Cada emoción reprimida dejará huella en nuestro comportamiento a través de patrones emocionales, que deciden por nosotros probablemente en contra de nuestros intereses, porque muchas emociones están basada en el miedo y la ira. Conocer nuestras emociones representa la única manera de dominar, nuestro cerebro.

La vida actual puede ser larga, compleja y solitaria. A los problemas actuales añadimos, nuestra prodigiosa capacidad de angustiarnos con problemas, con problemas que aún no tenemos debilitando nuestra salud física y mental. Necesitamos herramientas para conocernos a nosotros mismos, comprender al resto del mundo y crear nuestro propio sistema de valores.

El estrés emocional continuado daña el  cerebro, afecta al tamaño de la estructuras del cerebro, causa muerte celular y afecta a distintas conexiones cerebrales.
Los eventos emocionalmente estresantes inundan el cerebro de cortisol, hormona de estrés por excelencia, que en dosis bajas nos pone alerta y organiza nuestro comportamiento para defendernos , pero en dosis altas, nos deja agotados, desorganizados y con poca capacidad de atención.

Bibliografía: brújula para navegantes emocionales


VIERNES 21 TALLER DE GESTIÓN DE EMOCIONES. Madrid. Llamar a Vanesa (Psicóloga) 620522034

Aquí os dejo una magnifica poesía de Charles C. Finn:

LA MÁSCARA





Escucha por favor, lo que no estoy diciendo.

No te engañes conmigo, no te dejes engañar por la cara que llevo, pues llevo una máscara, mil máscaras, máscaras que temo quitarme y ninguna de ellas soy yo. 
Lo que puede ser arte es para mí un hábito. Pero no te engañes, por el amor de Dios, no te engañes. Te doy la impresión de seguridad, de que todo es alegre y sereno en mí, por dentro y por fuera; que la confianza es mi nombre y la frialdad mi juego, que el agua está en calma y mantengo el control y que no necesito a nadie. Pero no me creas. Mi cara parece lisa, pero mi cara es mí máscara, siempre variante, siempre encubridora. Debajo, no hay complacencia. Debajo hay confusión y temor y soledad. Pero yo lo oculto. No quiero que se sepa. Me horroriza pensar en la revelación de mi debilidad y mi miedo. Por ello he creado frenéticamente una máscara para esconderme, 
una fachada indiferente y sofisticada, para ayudarme a creer que me escuda de la mirada que sabe. Pero, esta mirada es mi única salvación. Mi única esperanza y yo, lo sé. Lo será, si va seguida de aceptación, si va seguida de amor. 
Es lo único que puede liberarme a mí mismo, de las paredes de la prisión que yo mismo he construido, de las barreras que tan concienzudamente erigí. 
Es lo único que me asegura de cuanto yo no puedo asegurarme, de que realmente merezco algo. Pero yo no te cuento esto. No me atrevo, temo hacerlo. Temo que la aceptación no siga tu mirada ni que la siga el amor. Temo empobrecer tu concepto de mí, que te rías y tu risa me mataría. 
Temo no ser nada en el fondo, nada bueno y que tú lo descubras y lo rehaces.
De este modo sigo mi juego, mi supuesto juego desesperado, con fachada de seguridad afuera mientras un niño tiembla dentro. 
Así empieza el desfile de máscaras, brillante pero vacío y mi vida deviene en un frente. 
Vanamente te hablo en tono cortés de charla superficial. Te cuento todo aquello que no es nada y nada de aquello que lo es todo; de aquello que llora dentro de mí. Así, cuando siga mi rutina, no te creas lo que yo diga. Escucha con atención y trata de ir lo que no digo, lo que me gustaría poder decir, lo que para sobrevivir necesito decir, pero que no puedo pronunciar.
No me gusta esconderme. No me gusta jugar partidas superficiales y falsas. Quiero dejar de jugarlas. Quiero ser auténtico, espontáneo y yo mismo, pero tienes que ayudarme. Tenderme una mano aún siendo lo último que supuestamente quiero. 
Solo tú puedes quitar de mis ojos la blanca mirada de muerto que respira. 
Solo tú puedes devolverme la vida. Cada vez que eres amable dulce y alentador, cada vez que tratas de comprenderme, porque te importa, se empiezan a formar alas en mi corazón, alas muy pequeñas, alas muy frágiles ¡Pero alas!

Con tu poder de tocarme la parte sensible, puedes soplar vida dentro de mí. Quiero que sepas esto. Quiero que sepas lo importante que eres para mí, como puedes ser el creador, un creador fiel a Dios de la persona que soy yo.
Si decides hacerlo, solo tú puedes derribar el muro tras el cual tiemblo, solo tu puedes quitarme la máscara, solo tú puedes liberarme de mi sombreado mundo de pánico e incertidumbre, de la prisión de mi soledad. 
Si decides hacerlo. Hazlo por favor. No me dejes de lado. No voy a ser fácil para ti. Una larga convicción de inutilidad construye fuertes muros. 
Cuanto más te acerques a mí, más ciegamente puedo resistirme. 
Es irracional, porque pese a lo que digan los libros sobre el hombre, yo soy irracional. Lucho contra las mismas cosas que anhelo desesperadamente,
pero se me ha dicho que el amor es más fuerte que los muros, y en esto descansa mi esperanza. 
Trata de derribar esos muros con manos firmes pero con manos suaves, porque el niño, es muy sensible.

¿Te preguntas quien soy yo?

Soy alguien a quien conoces muy bien, pues soy cada hombre que te encuentras y cada mujer que te encuentras.



Charles C. Finn




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